SOBERANIA ALIMENTARIA: UNA NECESIDAD DE LOS PUEBLOS

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By Radio TV noviembre 7, 2011 11:54

El derecho a la alimentación es un derecho humano básico, incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, 1944. “todas las personas tienen  derecho a una buena nutrición como condición sine qua non para un desarrollo pleno, físico y mental” (artículo 25).”


 

João Pedro Stedile

y Horacio Martins de Carvalho(*)

Septiembre de 2010.

Publicado como capitulo del libro BRASIL SEM FOME, editado por el Ministerio de Desenvolvimento Social-MDS, Brasilia, abril de 2011.

SUMARIO

1. La situación mundial: el dominio de las empresas transnacionales sobre los alimentos

 

 

2. Soberanía alimentaria: conceptos y trayectoria

 

 

3. El Caso brasileno

 

 

4. Políticas estructurales para alcanzar la soberanía alimentaria

 

 

 

 

Autores:

(*)Horacio Martins, es agrónomo y consultor de Vía Campesina,

 

João Pedro Stedile, economista y miembro de la coord. Nacional del MST y de Vía Campesina Brasil

 

Agradecimientos: Sin huir a nuestras responsabilidades individuales, intentaremos consolidar en este ensayo, la construcción colectiva de la Vía Campesina en Brasil y a nivel internacional, sobre el tema de la Soberanía alimentaria. Para eso contamos con la contribución de muchos investigadores de la Vía Campesina que sistematizaron conceptos y escritos sobre el tema.

Agradecemos la contribución de los investigadores de Vía Campesina: Peter Rosset, Francisca Rodríguez, Pamela Caro, Irene Leon, Paul Nicholson y Eric Gimenez.

Traducion al español, por

Marcela Beatriz Olivares Díaz
Marleny Calle Muñoz
Soledad Piazza Conde

Estudiantes de la V turma de teoria politica latinoamericana de la ENFF –Escola Nacional Florestan Fernándes-São Paulo-Brasil

  1. 1.     LA SITUACION MUNDIAL: el dominio de las empresas transnacionales sobre los alimentos.

 

El hambre y la desnutrición que afecta  a millones de seres humanos siempre fue, a lo largo de la historia de la humanidad, uno de los problemas socioeconómicos más graves en la organización de las sociedades.  Su presencia  estuvo relacionada a diversos fenómenos como: a) poco conocimiento acumulado de técnicas más productivas de producción de alimentos;  b) disputa y pérdida de los territorios más fértiles para producción de alimentos; c) la ocurrencia  de fenómenos naturales que destruían cosechas y fuentes de alimentos;  d) epidemias que afectaban  gran parte de la población e impedían la producción de alimentos; e) brote de guerras generalizadas que movilizaban a los trabajadores e inmovilizaban las áreas cultivables para la producción de alimentos.

Durante el siglo XX, las sociedades se organizaron de tal manera que la mayoría de estos fenómenos ya no fueron responsables por la existencia de hambre y desnutrición.  Sin embargo, el hambre y la desnutrición  jamás afectaron a tantas personas como en la era contemporánea de la historia de la humanidad. ¿Dónde estaría la causa ahora?

La explicación puede ser encontrada en las tesis de nuestro querido Josué de Castro: “el hambre y la desnutrición no es un acontecimiento natural, sino el resultado de las relaciones sociales y de producción que los hombres establecen entre sí”.

De hecho, la existencia del hambre que afecta a millones de personas, que en el 2009 alcanzó a mil millones de seres humanos y en el 2010 retrocedió a 925 millones, tiene  sus causas en el control de la producción y en la distribución de la producción y de la renta entre las personas.

Nunca antes en la historia de la humanidad la producción de alimentos estuvo tan concentrada bajo el control de una misma matriz de producción. Nunca antes en la historia de la humanidad tan pocas empresas oligopolizaron el mercado, actuando a nivel internacional, ni tuvieron tanto control sobre la producción y el comercio de productos alimenticios como ahora. Se estima que menos de 50 grandes empresas transnacionales tienen el control mayoritario de la producción de semillas, de insumos agrícolas y de la producción y distribución de los alimentos en todo el mundo.

El derecho a la alimentación, bajo el manto del capitalismo internacionalizado, no es más un derecho humano, de todos los seres humanos, independientemente de su condición social, de color de piel, lugar de vivienda, género y edad. Ahora, el acceso a los alimentos está regido por las leyes capitalistas del lucro y de la acumulación.  Por lo tanto las personas sólo tienen acceso a alimentos si tienen dinero y renta para comprarlos. Al haber elevada concentración de la renta, en prácticamente todas las sociedades, y más gravemente en los países del hemisferio sur, las poblaciones pobres, que viven mayoritariamente en esos países, sufren las consecuencias de la falta de acceso a los alimentos.

Se vive una situación mundial en la que nunca antes el planeta había producido tantos alimentos, en función de las técnicas agrícolas y de la capacidad de beneficio y almacenamiento, y aún así, nunca antes tantas personas estuvieron privadas del acceso a este derecho humano, que hiere la sobrevivencia de la propia especie.

Las llamadas políticas públicas, de responsabilidad de los gobiernos que controlan los aparatos estatales, relacionadas con la política de abastecimiento alimentario, están más que nunca establecidas en el ámbito general de una correlación de fuerzas políticas determinadas por la macroeconomía mundial y corroboradas por las prácticas de los organismos multilaterales de defensa de los mercados oligopolistas.

Así, el comportamiento del FMI (Fondo Monetario Internacional), de la OMC (Organización Mundial de Comercio) y del Banco Mundial, siempre defendieron en primer lugar los intereses de las empresas, cubiertos bajo el manto de la libertad de circulación del capital y de las mercancías. Como máximo, ahora, defienden políticas gubernamentales compensatorias, para que el hambre y la desnutrición no se transformen en tragedias sociales o conflictos políticos internacionales. El otro organismo de las Naciones Unidas, creado para ocuparse específicamente del tema, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y Agricultura) está completamente ausente e incapaz de proponer políticas de cambios estructurales a los gobiernos. La FAO se transformó en las últimas décadas, apenas en un organismo burocrático de investigación  y registro de los volúmenes del hambre y la desnutrición que afectan a  la humanidad.  Ayuda a denunciar, pero no tiene fuerza para combatir sus causas.

Asimismo, las políticas compensatorias recomendadas por esos organismos internacionales acaban actuando mucho más sobre el descenso del costo de vida en las grandes ciudades, y así, facilitan la mantención y el agravamiento de salarios bajos y de las condicionantes de desigualdad social registradas en todos los países del hemisferio sur.  Y eso no ha sido contradictorio, sino funcional a los intereses dominantes de las grandes empresas y gobiernos imperiales, con su oligopolización del comercio de alimentos y con la política de dependencia de los países pobres, periféricos, ante los mercados internacionales de alimentos controlados por esas grandes empresas transnacionales.

Uno de los principales estudiosos contemporáneos del problema, el profesor suizo, consultor de las Naciones Unidas, Jean Ziegler  nos advierte que: “Una de las principales causas del hambre y de la desnutrición de millones de seres humanos es la especulación, que sobreviene, sobretodo, de la Chicago Commodity Stock Exchange (Bolsa de materias primas agrícolas de Chicago), donde son establecidos los precios de casi todos los productos alimenticios del mundo (…). Para resolver la crisis algunos sugieren las siguientes soluciones: regulación de la especulación… vetar de modo absoluto la transformación de los productos agrícolas en biocombustibles…  otra podría ser que las instituciones como Bretton Woods y la OMC podrían cambiar los parámetros de su política en la agricultura y  dar prioridad absoluta a las inversiones en los productos de primera necesidad y en la producción local, incluyendo sistemas de riego, infraestructura, semillas, pesticidas, etc. Se trata de un problema de coherencia. Muchos países que forman parte de la Internacional Covenant on Economic, Social and Cultural Rights (Convención Internacional sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales) son también miembros de las instituciones Bretton Woods y OMC (…).”[1]

El programa de distribución de alimentos a través de la FAO, para las poblaciones más pobres de los países periféricos, son apenas paliativos, no alcanzan a toda la población y son cada vez más reducidos en su amplitud. Es hasta cierto punto irónico que los alimentos distribuidos por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) para reducir el hambre de millones de personas – y cuyos fondos son constituidos por donaciones de varios gobiernos del mundo, son adquiridos junto a las grandes empresas multinacionales en el mercado de alimentos internacional. Inclusive, las empresas usan ese programa para inducir el consumo de alimentos transgénicos, a veces todavía prohibidos en los países beneficiarios y/ o usan los stocks con plazos de vencimiento de valor nutritivo en riesgo.  Su importancia es tan limitada, que todo el programa mundial del PMA, para todos los países que tienen poblaciones hambrientas es menor en recursos, ¡que el “programa bolsa-familia” del gobierno brasilero! Y si comparáramos, los billones de dólares gastados por los gobiernos en los países del norte con los auxilios financieros a los bancos en la última crisis (2008-9), veremos cuan ridícula es la aplicación de algunos pocos millones de dólares en ayuda alimentaria al sur.

Para Mazoyer[2], “(…) la enorme distorsión existente en el sistema agrícola y alimentario  mundial está en la base de las desigualdades de renta y de desarrollo entre los países. Este panorama agrícola, a su vez, es una herencia histórica, y es una ilusión pensar que solamente el excedente productivo podrá resolver el problema de la falta de alimentos para gran parte de la población mundial… La gran mayoría de estos pobres, mal nutridos, subalimentados y que acaban muriendo, son pobres que viven en el medio rural y contradictoriamente podrían producir sus propios alimentos. Desde que se iniciaron las campañas de combate al hambre, el número de hambrientos sólo ha aumentado y el único factor de reducción en este número es la alta mortalidad por hambre. Esto es una tragedia”.

“La salida requiere valientes políticas estructurales cubiertas bajo un nuevo paraguas de seguridad alimentaria. Tal vez éste sea el peor momento de la crisis para las poblaciones más vulnerables del planeta. La agitación de las apuestas en la antesala de la recuperación (financiera mundial – HMC) significa también el punto máximo de las privaciones en la vida de poblaciones marcadas por carencias elementales y un aumento del hambre y de hambrientos en el mundo. No es casual que, las últimas estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para Agricultura e Alimentación (FAO) indican que la humanidad por primera vez en su historia sobrepasó la triste barrera de mil millones de personas desnutridas: en pleno siglo XXI, ¡uno de cada seis habitantes del planeta pasa hambre! (…) En ese “fondo del pozo” no hay salida para los países más pobres sin ayuda internacional: cuanto mayor es la demanda por incentivos fiscales y políticas sociales, menor es la disponibilidad de recetas; más dramática, por consiguiente, la reducción de la renta y de la actividad económica; mayores los niveles de desempleo y, por consiguiente, más miseria.”[3]

Todo lleva a creer que en nombre de la competitividad en la producción agropecuaria y forestal en los mercados mundiales, son las grandes empresas transnacionales y no los gobiernos nacionales los que deberán definir e implementar las macropolíticas estratégicas de abastecimiento alimentario en todo el mundo. No sólo controlando las cadenas alimentarias más importantes, sea del punto de vista de los volúmenes negociados, como también de los productos de interés de la agroindustrialización y de la estandarización de los alimentos en todo mundo, como controlando internamente en decenas de países los principales productos tanto en el comercio mayorista como minorista, a través de las cadenas multinacionales de supermercados.

Paul Conway, el vicepresidente de Cargill, responsable por iniciativas de esa empresa en seguridad alimentaria, afirmó[4] que: “la promoción de un sistema de comercio  libre y abierto, según el cual los países puedan producir aquello en lo que son más capaces (…) y excedentes que puedan ser  comercializados a través de las fronteras internacionales, es la actitud más correcta a tomar (…). No todos los países pueden ser autosuficientes, por sí solos, en todos los géneros alimenticios básicos… El mundo entero quedó muy tranquilo sobre la seguridad alimentaria y, probablemente quedó indebidamente complacido». La  advertencia emitida por la mayor ‘trader’ de commodities agrícolas del mundo ocurrió en las vísperas de la Cúpula Mundial sobre Seguridad Alimentaria de la ONU (noviembre 2009 – HMC), en Roma, la primera desde 2002. El encuentro de la cúpula fue provocado por la gran alza en el precio de los                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         géneros básicos, como arroz y trigo, que en el año pasado alcanzaron picos records, desencadenando disturbios por alimentos de Bangladesh a Haití.

Esas macropolíticas alimentarias mundiales ya están siendo parcialmente consolidadas, se considera que “(…) las mayores empresas alimenticias del mundo (Nestlé, Monsanto, Bungue, Dreyfuss,  Kraft Foods, Pepsi-cola, Coca-Cola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Marte, ADM, Danone) controlan el 26% del mercado mundial, y 100 cadenas de venta directa al consumidor controlan el 40% del mercado global (…) Resumiendo, una absurda minoría de empresas y unos cuantos multimillonarios que poseen sus acciones, controlan gran porcentaje de los alimentos,  agroindustrias y de los mercados básicos para la sobrevivencia, como los de la alimentación y de la salud. Eso permite una pesada injerencia sobre las políticas nacionales e internacionales,  amoldando a su conveniencia las regulaciones y los modelos de producción y consumo que se aplican en los países…”[5]. No es en vano que la escasez de stocks de alimentos de 2007 y 2008, la más grave en 30 años, encendió disturbios en varios países y ayudó a precipitar la caída de gobiernos.[6]

La artificialización de la agricultura por el uso creciente de insumos de origen industrial, la agroindustrialización de los alimentos, la estandarización mundial de los hábitos alimenticios de la población y la manipulación industrial para la oferta de alimentos con sabores, olores y apariencias similares a los naturales, sumados al aumento de la oligopolización de los controles corporativos de las cadenas productivas alimentarias, nos indican, entre otros factores, que inversamente a la construcción de soberanía alimentaria, se camina a una tiranía de la dieta, homogeneizada y manipulada, en búsqueda de altos lucros para las grandes corporaciones agroindustriales. Siendo probable que hasta 2050 la población mundial aumente de los 6,3 mil millones actuales a más de 9 mil millones, todo lleva a creer que la producción agrícola necesitará aumentar en 70% la oferta de alimentos para asegurar la sobrevivencia de la humanidad, según el Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura. Ha abierto esta perspectiva la expansión del agronegocio internacional. A partir de eso, que la búsqueda por la apropiación de tierras cultivables en Brasil no sólo compromete los biomas del país sino también compromete su pueblo, en particular a los campesinos, pueblos indígenas, ribereños, “quilombolas” y extractivistas, tomados como meros objetos a ser descartados de sus territorios para dar lugar a los intereses de lucro del agronegocio.

Lo mismo viene sucediendo con la situación rural de otros países latinoamericanos y con los pueblos rurales de África y Asia. “Según la FAO, la sabana africana cubre 25 países y tendría capacidad de ser un nuevo centro de producción de granos y alimentos en el mundo, más productivo que el Cerrado brasileiro. Hoy, de un área de 400 millones de hectáreas aproximadamente, que va de Senegal a África del Sur solamente 10% es utilizado. Para la FAO y el Banco Mundial, las inversiones en el Cerrado brasileiro en los años 80 colocaron a Brasil como uno de los principales proveedores de alimentos en el mundo, amenazando la posición americana en algunas áreas como soja (…). A pesar de los desafíos, la FAO estima que África está hoy en posición más ventajosa que la que Brasil tenía en los años 70 y 80 para recibir inversiones. Una serie de gobiernos árabes ha adquirido tierras en Sudan, Uganda y otros países para invertir en la agricultura, aunque la mayoría de esas iniciativas tenga  como objetivo sólo la exportación.  Desde China también se partió en búsqueda de tierras de África para garantizar su propio suministro (…). En el continente (africano) se cuenta con tierras e intereses extranjeros. Pero, según la FAO, el peligro es que nuevos proyectos árabes y chinos se transformen en una nueva onda de «colonialismo».[7]

Ese avance sobre las tierras de los países en desarrollo por los capitales extranjeros para la producción de commodities compromete los biomas y afecta el medio ambiente, además de la profunda desarticulación social y cultural que provocan. “Un nuevo estudio, liderado por Holly Gibbs de la Universidad de Stanford, concluye que en las décadas de 1980 e 1990 más del 55% de las nuevas tierras agrícolas fueron resultantes de la eliminación de bosques naturales y otro 28% de bosques ya explotados.”[8] Esas apropiaciones de las tierras africanas por el capital (‘revolución verde burguesa’ actualmente en curso en África) y en las tierras latino-americanas que se concretiza hace décadas (‘revolución verde burguesa’ de la década de 1970 en América Latina y Asia) ha venido desestructurando las organizaciones sociales y culturales de los pueblos originarios, generando en contraposición nuevas formas de organización y movimientos sociales de estos pueblos y un nuevo concepto de soberanía alimentaria en el ámbito de los Estados Plurinacionales Comunitarios.[9]

Estamos asistiendo, también, a una ofensiva del capital internacional sobre los recursos naturales y las tierras disponibles en el hemisferio sur, para producción de energía, en los llamados agro-combustibles, que pueden ser usados en los vehículos individuales, solos o mezclados con gasolina y el aceite diesel.  Es evidente que eso afectará la producción de alimentos, por la utilización de tierras fértiles para monocultivo de  plantas agro-energéticas, como la caña de azúcar, la soja, la palma africana, etc. Ese proceso además contribuye al aumento de los precios de los alimentos, ya que los precios de la producción de agrocombustibles están relacionados con los precios internacionales del petróleo, y elevan el valor de la media de la renta de la tierra y de los precios medios de todos los productos agrícolas. Finalmente, la ampliación de áreas de agricultura basadas en monocultivos de gran escala con uso intensivo de venenos agrícolas, afecta el equilibrio del medio ambiente, destruye la biodiversidad, afecta el nivel de las aguas, y por consiguiente, a mediano plazo traerán consecuencias dañinas a toda la producción agrícola, en aquellas regiones.

Esa tendencia general por el control oligopolizado mundial de la producción, procesamiento y distribución de alimentos sugiere nuevas formas de colonialismo. Esas estrategias macro políticas sobre el abastecimiento del alimento, dictadas por las empresas transnacionales continúan en el sentido inverso de cualquier consideración y propuesta de soberanía alimentaria. La agricultura brasilera sigue ese camino, a pesar de los programas gubernamentales que tienen como objetivo compensar los disturbios en la oferta de alimentos provocados por los mercados oligopolizados. No es exagerado señalar, conforme observó Peter Rosset en 2008, que las mismas empresas transnacionales que controlan los mercados de granos en Brasil hacen que «61% de todos los contratos futuros de granos en los EUA sean adquiridos por fondos (de riesgo) multimercados (…) Esos fondos han ‘descubierto’ el ‘commodities trading’ [comercio de bienes] como resultado del colapso del mercado estatal en los EUA, y están en una búsqueda desesperada de nuevas áreas de inversión. Ellos viven de la volatilidad en los precios, sacando sus lucros de las oscilaciones tanto en las alzas como en las bajas, y están actualmente inflando la ‘burbuja’ de los commodities, que está dejando la alimentación fuera de alcance de las personas pobres de todo el mundo».[10]

Otro ejemplo grotesco de la especulación financiera buscando lucro fácil y virtual, con el comercio de papeles de commodities agrícolas, es dado por el banco ABN Amro. Este gigante financiero es particularmente hábil para obtener lucro en el actual mercado. Como proveedor de productos de inversión en commodities para inversionistas  privados, el ABN Amro se volvió a partir de marzo (2008) el primer banco en ofrecer certificados que permiten a los pequeños inversionistas apostar en el alza de los precios del arroz en la Bolsa de Futuros de Chicago. El departamento de marketing del banco reaccionó con precisión fría a los titulares sobre el hambre alrededor del mundo. Cuando los especialistas alertaron sobre la crisis de hambre inminente y la inestabilidad política asociada a ella, ABN Amro presentó una nueva campaña publicitaria en su sitio web. Con la prohibición de India de exportar arroz, decía el anuncio, la oferta mundial de arroz cayó al mínimo: ahora el ABN Amro está posibilitando, por  primera vez, invertir en el alimento básico más importante de Asia”.[11]

El modelo productivo y tecnológico practicado por el agronegocio en Brasil y en muchos países, al buscar el control de la oferta de los productos alimenticios y de los sistemas agrícolas, con elevada predisposición para la permisividad en la presencia del capital extranjero a través de acuerdos y fusiones agroindustriales entre empresas nacionales y extranjeras, inclusive para la apropiación de tierras; perjudica las iniciativas favorables a la soberanía alimentaria nacional. Imponen condiciones concretas para que el abastecimiento alimentario brasilero quede subordinado al mercado internacional bajo el control de las grandes empresas privadas. Eso resultó en la eliminación de los stocks gubernamentales nacionales estratégicos a partir de las presiones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en nombre del libre comercio mundial y de las distorsiones mercantiles que esos stocks podrían provocar.  Eso llevó a que en el pasado los gobiernos con vocación neoliberal hallan inclusive eliminado, y privatizado las redes públicas de almacenamiento, en Brasil y en todo el mundo. Dejaron así la oferta de alimentos a merced  de los intereses de las grandes empresas.

En 2005 Chonchol[12], en un estudio sobre la soberanía alimentaria en América Latina, ponderaba qué “(…) en el ámbito de las relaciones entre agricultores y grandes empresas relacionadas  al sector (agroquímicos, semillas, agroindustrias alimentarias o de cadena de supermercados), se observa en el periodo (1980-2000 – HMC) que se siguieron las reformas en el contexto de la globalización, un aumento del poder de presión de esas empresas – en su mayoría transnacionales – sobre los agricultores. Por detrás de esa presión creciente se observa  un intenso proceso de fusiones y adquisiciones entre los grandes grupos transnacionales (productores de semillas, agroquímicos y alimentos, empresas biotecnológicas, grandes cadenas internacionales de supermercados etc.). Tales procesos están proporcionando una modificación en la estructura de mercado de esas industrias, con una fuerte tendencia hacia la concentración y la internacionalización de la producción, inclusive de las decisiones productivas concernientes a agricultura de los países latinoamericanos[13]. Todo eso relacionado al debilitamiento del papel de los estados nacionales en la formulación y           ºº aplicación de las políticas sectoriales para la agricultura, es lo que está conduciendo al desaparecimiento de la soberanía alimentaria dos diversos países, junto con una intensificación de las diferencias entre las regiones más desarrolladas y las más pobres.”

Pero la humanidad también ha sobrevivido a los sucesivos modelos concentradores de bienes y de riquezas, que alteran a  los preceptos equilibrados de producción para el sustento, substituyéndolos  por negociaciones de lucro, entre cuyas consecuencias está el hambre, que afecta ahora 925 millones de personas. Cerca de 40 países enfrentan un estado de emergencia alimenticia permanente, en  los países en desarrollo, una de cada seis personas padece de desnutrición[14], hasta el punto de que cada 3,6 segundos una persona, generalmente una niña, muere de hambre. Mientras tanto, algunos países registraron superávit y consumo excesivo de alimentos.

Con una cifra cercana a 3,5 billones de dólares en negocios, el comercio de los alimentos procesados  es actualmente, uno de los bienes más rentables que existen; pero la clientela para comprarlos no es universal, pues más de mil millones de personas viven con una renta de un dólar o menos por día y 2,7 mil millones con menos de dos; tres quintas partes de la población en los 61 países más pobres reciben 6% de la renta mundial[15]. Esto muestra la irracionalidad de la perspectiva comercial para encarar el tema, pues las diferencias estructurales inherentes al capitalismo y la ausencia de una distribución justa de los recursos alimenticios aparece desde todo  punto de vista, como los cimientos sobre los cuales se construye la crisis alimentaria que afecta al mundo.

La estandarización de los alimentos por las empresas transnacionales afectan  directamente los hábitos alimenticios y las prácticas domésticas que las poblaciones tenían, de proveer sus propios alimentos, basados en los biomas donde viven y en  la cultura alimentaria centenaria.  Para que se tenga una idea, en las huertas domésticas en los países periféricos y agrarios, “son muchas veces, verdaderos laboratorios experimentales informales, donde ellas transfieren, favorecen y cuidan de las especies autóctonas, experimentándolas a fondo y adoptándolas para obtener productos específicos y variados, que están en condiciones de producir. Un estudio reciente realizado en Asia, mostró que 60 huertas de un mismo poblado contienen cerca de 230 especies vegetales diferentes. La diversidad de cada huerta era de 15 a 60 especies”[16]. En la India “las mujeres utilizan 150 especies diferentes de plantas para la alimentación humana y animal y para los cuidados de la salud. En Bengala occidental, hay 124 especies de «plagas» conocidas en los arrozales que tienen importancia económica para los agricultores. En la región de Veracruz, en  México, los campesinos utilizan cerca de 435 especies de flora y fauna silvestres, de las cuales 229 son comestibles”[17]. Esa biodiversidad  está relacionada con los padrones alimenticios y con prácticas de medicina preventiva.  Pues más allá de un alimento saludable local, los condimentos utilizados sirven también como medicinas naturales preventivas y garantizadoras de la salud de la población.

Todo eso está siendo destruido por la agresividad del capital internacional. Y se transforma en más pobreza, migración de las poblaciones y hambre.

 

  1. 2.     Soberanía alimentaria: conceptos y trayectoria

Hubo en las últimas décadas una evolución positiva sobre los términos y conceptos utilizados para analizar el problema del hambre y de la desnutrición.   Durante la mayor parte del siglo XX el asunto era tratado como un problema social procedente de fenómenos naturales. Fue  la obra de Josué de Castro, en “Geografía del hambre” traducida en más de 40 idiomas, que consolidó el concepto de que el  hambre era un problema social, resultante de la forma de organización social de la producción y distribución de los alimentos.  Y su contribución teórica fue tan importante, que en las Naciones Unidas le concedieron el cargo de primer secretario General de la FAO, en la década de 1950.

Posteriormente, en la década de 1990 se avanzó para el concepto de seguridad alimentaria. Ese concepto fue construido por los gobiernos alrededor de la FAO, con el objetivo de que en el marco de los derechos humanos, todas las personas tuvieran asegurado el derecho a la alimentación, y cabría a los gobiernos el deber de implementar políticas públicas, que garanticen el acceso a los alimentos.  Asimismo, todas las personas tendrían la “seguridad” de la sobrevivencia.  Tendrían la seguridad garantizada por los gobiernos de que ofertarían los alimentos necesarios para su sobrevivencia

Ese paso fue importante, porque se constituyó en una política pública, como obligación de todos los gobiernos de resolver el problema del hambre de su población.  Pero fue insuficiente. Más recientemente surgió, un nuevo concepto el de soberanía alimentaria. El concepto fue introducido en 1996 por la Vía Campesina, en el contexto de la Cúpula Mundial sobre la Alimentación (CMA) realizada en Roma por la FAO. El debate oficial giraba en torno de la noción de la seguridad alimentaria, reafirmándola como “El derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, en consonancia con el derecho a una alimentación apropiada y con el derecho fundamental de no pasar hambre”. Sin embargo, las organizaciones campesinas y en especial las delegadas mujeres, presentes en el Fórum paralelo a la Cúpula, fueron críticas en relación a los términos utilizados en la discusión de los gobiernos, que en consonancia con la hegemonía del neoliberalismo y el surgimiento de la OMC en la década de 1990, ajustaron la definición de seguridad alimentaria intentando asegurar ese derecho a alimentación a través de la liberalización  del comercio de alimentos, abriendo camino para hacer de la alimentación un lucrativo y gran negocio (para las empresas transnacionales, para la industria química, para el fast food, entre otras).

Las organizaciones campesinas contrapusieron entonces al concepto de seguridad alimentaria el de Soberanía Alimentaria. Partiendo de un principio previo al concepto de soberanía alimentaria, el de que “el alimento no es una mercancía, es un derecho humano”[18],  y la producción  y distribución de los alimentos es una cuestión de sobrevivencia de los seres humanos, por lo tanto, es una cuestión de soberanía popular y nacional. Asimismo, soberanía significa que más allá de tener acceso a los alimentos, el pueblo, las poblaciones de cada país, tienen el derecho de producirlos y será eso lo que les garantizará la soberanía sobre sus existencias.  El control de la producción de  sus propios alimentos es fundamental para que las poblaciones tengan garantía de acceso durante todo el año. Que tengan la garantía de que esos alimentos son adecuados al medio donde viven, a sus  necesidades nutricionales y a sus hábitos alimenticios. El alimento es la energía que necesitamos para la sobrevivencia, de acuerdo con el medio ambiente donde las personas viven y se reproducen socialmente.

De ahí se evolucionó hacia el concepto de que soberanía alimentaria significa que cada comunidad, cada municipio, cada región, cada pueblo, tiene el derecho y el deber de producir sus propios alimentos. Por más dificultades naturales que  hubiera, en cualquier parte de nuestro planeta, las personas pueden sobrevivir y pueden reproducirse dignamente. Ya existe conocimiento científico acumulado, para enfrentar las dificultades naturales y garantizar la producción de bienes suficientes para su reproducción social.

La  producción y distribución de alimentos son parte de la soberanía de un pueblo, ello es innegociable y no puede ser dependiente de voluntades políticas y  prácticas de gobiernos de otros países. Como advertía José Martí, ya al inicio del siglo XX, en relación a la dependencia de América Latina hacia los capitales extranjeros: “Un pueblo que no consigue producir sus propios alimentos, es un pueblo esclavo.  ¡Esclavo y dependiente de otros países que proporcionan las condiciones de sobrevivencia!”

Este nuevo y transgresor concepto representa una ruptura con relación a la organización de los mercados agrícolas impuesto por las empresas transnacionales y gobiernos neoliberales en el seno de las negociaciones de la OMC y de la FAO, cuyas orientaciones políticas ya habían violado las normas proteccionistas para la agricultura familiar, implementadas por algunos gobiernos nacionalistas y populares, mediante impuestos sobre las importaciones baratas de alimentos, favoreciendo el precio de alimentos nacionales, otorgando pistas de precios y manteniendo los poderes de los compradores públicos[19].

La utopía de una soberanía alimentaria, concepción fundamental para fortalecer la visión del mundo favorable a una democratización económica, social, étnica y de género contra la hegemonía neoliberal, tiene más tarde, un complemento esencial ,una conferencia mundial de soberanía alimentaria realizada en Mali (2007) En una Declaración de Nyéléni[20]  cuando se afirmó que: “La soberanía es un derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sustentable y ecológica, y su derecho de decidir su propio sistema alimenticio y productivo. Eso coloca aquellos que producen, distribuyen y consumen  alimentos, en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de estos, y los incluye para las generaciones futuras. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo del régimen alimenticio actual y para procesar los sistemas alimenticios, agrícolas, pecuarios y de pesca para que sean gerenciados por los productores locales. La soberanía alimentaria da prioridad para las economías locales y los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, a la pesca artesanal y al pastoreo tradicional.  Coloca la producción alimenticia, la distribución y consumo sobre la base de la  sustentabilidad ambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente que garantiza renta digna para todos los pueblos, y  los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos de acceso y gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, de nuestras aguas, de nuestras semillas, de nuestro ganado y de la biodiversidad estén en las manos de aquellos que producen los alimentos. La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdad entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.”

Siendo la soberanía alimentaria una concepción que se construye a partir de la soberanía popular, es absolutamente incompatible con  cualquier estrategia que intente retomar los intereses privados de lucro sobreponiendose a los intereses de la población. Y donde hubo una creciente reducción de la presencia del Estado, en las definiciones y  en los controles estratégicos de la producción, procesamiento y distribución de los alimentos básicos, y con el fortalecimiento por las políticas de las grandes empresas nacionales y transnacionales del agronegocio, todo lleva a creer que esa conducción coloca en riesgo la posibilidad de la propia seguridad alimentaria, pues somete la lógica de abastecimiento a los intereses de las empresas que controlan los mercados nacionales e internacionales. Y eso coloca en riesgo la propia producción soberana de alimentos, practicada por los campesinos, pequeños y medianos agricultores y una autonomía que las regiones siempre tuvieran en la producción de alimentos.

 

Las organizaciones sociales y campesinas que evidenciaron el término  “Soberanía Alimentaria” enfatizan la idea de ser éste más que un concepto. Se trata de un principio y de una ética de vida que no responde a una definición académica, sino que emerge de un proceso colectivo de construcción, participativo, popular y progresivo y se fue  enriqueciendo en cuanto a sus contenidos como resultado de un conjunto de debates y discusiones políticas iniciadas en el  propio proceso de conformación de la instancia que abriga las organizaciones campesinas, críticas de las actuales políticas agrarias liberalizadoras y de alimentación.  La Vía Campesina, fundada en 1992, y  su instancia latinoamericana, la CLOC, construida en 1994, son las principales organizaciones interesadas en la defesa de éste principio[21]. La conferencia de Mali consolidó también una gran alianza con otros movimientos sociales de pescadores, pastores,  mujeres del campo y de ciudad,  consumidores,  ambientalistas, nutricionistas, investigadores, científicos, movimientos de salud pública  y con gobiernos progresistas que construyeron  colectivamente ese nuevo entendimiento sobre soberanía alimentaria.

En los diversos documentos y declaraciones elaboradas colectivamente, el concepto de Soberanía Alimentaria fue agregando al conjunto de derechos de los pueblos de definir sus propias políticas de agricultura y de alimentación,  que incluye proteger el medio ambiente y los recursos naturales, reglamentar la producción agrícola y  el comercio agrícola interno para el desarrollo sustentable, proteger los mercados locales y nacionales contra las importaciones y limitar el dumping social y económico de productos en los mercados. Materializar el derecho de decidir cómo organizar, como producir, como plantar, como organizar la distribución y el consumo de alimentos, de acuerdo con las necesidades de las comunidades, en cantidades y calidades suficientes, priorizando productos locales y variedades nativas (CLOC: 2010: 23 – 25). Para Francisca Rodríguez (Anamuri- organización campesina Chilena) Se trata “no solo de un principio y de un derecho al alimento,  sino de una ética de vida, de una manera de ver el mundo en la construcción de bases de justicia e igualdad”.

Recientemente, en la Conferencia de los Pueblos sobre cambio Climático realizada en Cochabamba, en abril  de 2010, fue ratificado que Soberanía Alimentaria se refiere al derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierra y agua, garantizando, por medio de una producción local y culturalmente apropiada, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos en complementariedad con la Madre Tierra y la profundización de una  la producción autónoma, participativa, comunitaria y compartida de cada pueblo y nación . En ésta propuesta fueron reafirmadas nuevas visiones y conceptualizaciones basadas  el  pensamiento del «Buen Vivir», o Bien Vivir, el Sumak Kawsay, concepto que nace de la herencia ancestral andina, latino-americana, como alternativa que se van tejiendo a partir de las organizaciones populares de base.   Es ésta al mismo tiempo una consonancia, con los derechos de los pueblos  de controlar  sus territorios, sus recursos naturales,  su fertilidad, su reproducción social y de integración entre las etnias y pueblos de acuerdo con intereses comunes y no solo determinado por el comercio y el lucro. Es también una influencia en la construcción del concepto, de la visión femenina del mundo, a partir da fertilidad y de la reproducción social de la humanidad en condiciones igualitarias y justas.

Las  declaraciones y acuerdos construidos en los foros, seminarios, conferencias nacionales, mundiales, con la participación de la mayor parte de las instituciones de la sociedad civil, de  los movimientos campesinos, de  las mujeres y de algunos sectores gubernamentales sobre la soberanía alimentaria, infelizmente no ha tenido  resonancia práctica, transformada en políticas públicas en la mayoría de los gobiernos y  en los organismos internacionales.

  1. 3.     El caso brasileiro

La sociedad brasilera padece todavía de ese grave problema estructural, de su modo de producción y organización  social, que no consigue garantizar la soberanía alimentaria a su pueblo.  Durante muchos años, las estadísticas revelaban que más de 50 millones de brasileros pasaban hambre todos los días.

Esa situación trágica se resolvió parcialmente, a partir del año 2003, cuando el presidente electo de la República pautó a la sociedad y al gobierno como tema: el hambre en Brasil.

El gobierno retomó la participación popular con la recreación del Consejo de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONSEA) y con la realización de varias conferencias, inclusive de seguridad alimentaria. Institucionalmente, creó un ministerio específico para tratar el tema, primeramente el Ministerio Extraordinario de Seguridad Alimentaria (MESA) y posteriormente el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al hambre  (MDS). Para actuar de forma integrada en el combate al hambre, fue implementada la estrategia Hambre Cero, que consistía en priorizar un conjunto de programas y acciones de diversos ministerios para el enfrentamiento de la inseguridad alimentaria en el Brasil.

Dentro de los programas y acciones integradas que componen el Hambre Cero, se destaca la creación de la Bolsa Familia, del Programa de Adquisición de Alimentos  (PAA) y  la implantación de una red de equipamientos de seguridad alimentaria en todo el país, como restaurantes populares, cocinas comunitarias y banco de alimentos. Hubo ampliación del Programa Nacional de Alimentación  Escolar (PNAE), inclusive con compras directamente a los agricultores familiares y del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar ( PRONAF) conjuntamente con el plan Zafra.

Aunque el número de brasileros que pasa hambre en  Brasil ha disminuido con estas acciones, las causas del problema no se vieron afectadas y por lo tanto, persiste la gravedad.  Las estadísticas revelan que hay alrededor de 60 millones de brasileiros que no comen adecuadamente, a pesar de no sentir hambre endémica.

Las causas de esa situación están ampliamente analizadas en muchos estudios, ensayos e investigaciones en nuestra academia, en los periódicos y en las  instituciones públicas. Este libro representa una buena muestra de esas reflexiones.  Podríamos sintetizar que la estructura injusta y desigual de la riqueza producida y concentrada, a lo largo de los 500 años del capitalismo, produce una sociedad extremamente desigual, en la que el 5% de la población controla la amplia mayoría del patrimonio de la riqueza acumulada; hay una injusta distribución anual de la renta producida que destina la mayor parte para el capital y la menor parte para los trabajadores; con una injusta propiedad de los bienes de la naturaleza, en especial de la tierra, en la que apenas un porcentaje de los grandes propietarios tienen más del 46% de todas las tierras; y es la constatación de que empresas capitalistas, basadas en las ciudades con foco en otras actividades productivas, controlan más de 170 millones de hectáreas de tierra.  Y más aún, que el capital extranjero ya se apropió de más de 40 millones de hectáreas, según estimaciones conservadoras.

Son muy diversos los factores que impiden efectivamente la concretización de la soberanía alimentaria en Brasil, siendo lo más importante el modelo de producción y  tecnológico neoliberal de la agricultura y de la agroindustrialización implantada por décadas en el país. En éste sentido es bien clara la posición sobre el tema, de la Declaración de Brasilia[22]: “Afirmamos que el hambre y la pobreza no son producto de la casualidad, sino de un modelo que viola el derecho a una vida digna de las personas y  de los pueblos, aumentando la subordinación de la mujer, explotando su trabajo e invisibilizando su contribución social, económica y cultural. A pesar de las evidencias en todo el mundo de los nefastos efectos del modelo neoliberal, el sistema internacional, los gobiernos y las transnacionales insisten en someter al planeta a un desarrollo que agota las posibilidades de la vida, convirtiendo a las personas en meros agentes productivos, sin rostros y sin historia. La liberalización económica, como único camino para el desarrollo, es directamente proporcional al crecimiento de la pobreza y del hambre en la región; el no ejercicio de la soberanía alimentaria compromete gravemente la soberanía de los Estados.”

La concentración de la propiedad de la tierra en Brasil alcanza 0,857 según el índice de Gini, de acuerdo con los datos del Censo Agropecuario de 2006, esto es superior al índice de concentración de la década de 1920. La histórica presencia casi intacta de 178 millones de hectáreas en el sistema de pastoreo, de los cuales cerca de un tercio se encuentra en situación de degradación de suelos; el acentuado crecimiento de los plantíos de semillas transgénicas, sea para el cultivo de granos, sea para las hortalizas, entre otros diversos  cultivos; la disolución del campesinado por la presión social y física debida a la ampliación de los latifundios modernos por explotación del monocultivo de soja,  caña de azúcar, maíz, eucalipto, entre otros cultivos, nos da una muestra de que el acceso a la tierra por los campesinos y el fortalecimiento de los mercados locales, conforme sugiere la Declaración de Nyéléni, es una quimera, así como la posibilidad de que la soberanía alimentaria se transforme en un derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados.

La reducción drástica del papel del Estado en ese sector desde la década de 1990, aunque algunos organismos y programas permanecen y otros han sido creados y sean de mayor relevancia como por ejemplo la CONAB, PRONAF, el derecho al almuerzo escolar abastecido por productos de la agricultura familiar; lo que se constata es la ampliación del control de las empresas y del capital sobre los mercados de alimentos operando con baja y escasa reglamentación.

Se destaca también como prácticas contra la soberanía alimentaria el creciente control que las empresas ejercen en la propiedad privada de las semillas, a través de la imposición de semillas transgénicas. La producción y el derecho universal sobre las semillas, como patrimonio colectivo de la humanidad, son la base de la soberanía alimentaria de los pueblos.

Por otro lado, el modo de producción del agronegocio, basado en el monocultivo y en la ampliación permanente de la escala, en busca de tasas de lucros cada vez mayores, impone el uso permanente y cada vez mayor de venenos agrícolas.   Brasil se transformó en el mayor consumidor mundial de agrotóxicos, consumiendo en la zafra de 2009/10, nada menos que mil millones de litros de venenos. Una media de 6 litros por persona, y unos 150 litros por hectárea sembrada con cultivos.  Eso es una verdadera tragedia. Pues nuestra población está siendo abastecida con alimentos cada vez más contaminados. Y nuestra naturaleza va siendo agredida  cada año, perdiendo su biodiversidad, su equilibrio climático y afectando también la cualidad del agua y del aire que todos respiramos.

Asimismo, las políticas en curso de la seguridad alimentaria son importantes, sin embargo son insuficientes para atacar la raíz del problema. Los programas gubernamentales compensatorios como  ‘Bolsa-familia’, entre diversos otros similares que contribuyen para la reducción de la inseguridad alimentaria de millones de personas en situación de pobreza, tienden a ser confundidos con políticas de soberanía alimentaria cuando de hecho, por  su carácter coyuntural, pueden ser consideradas como acciones de emergencia, de minimización de la inseguridad alimentaria debido a la pobreza extrema.

La tendencia de la lógica dominante del capital en Brasil es atribuir el abastecimiento alimentario de la población, en un amplio sentido, a los intereses comerciales de las grandes empresas nacionales y transnacionales del sector alimenticio. Eso significa someter una dimensión de la soberanía nacional a los intereses de lucro y de las voluntades privadas, ambos aparentemente regidos por los mercados oligopolizados. Ahora, esa perspectiva contradice históricamente el concepto de soberanía nacional que tiene en la nación soberana su referencia fundamental. Por mayor e intensa que sea la praxis liberal implantada, no es el interés privado el que debe regir lo público en el ámbito de la afirmación de soberanía, tanto en el sentido amplio como en el alimenticio.

Inclusive las conclusiones de la III Conferencia Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional – III CNSAN, realizada en Fortaleza, 2007, fueron enfáticas y reafirmaron que el objetivo de la seguridad alimentaria y nutricional implica una concepción de desarrollo socioeconómico que cuestiona los componentes del modelo hegemónico en Brasil que son generadores de desigualdad, pobreza y hambre, así como de impactos negativos sobre el medio ambiente y la salud.[23]

4. Políticas estructurales para alcanzar la soberanía alimentaria

 

Las hipótesis para la construcción de una soberanía alimentaria en Brasil, en el  ámbito más general de afirmación de la soberanía popular, necesitarían de reformas estructurales en el medio rural y en el actual modelo de producción agrícola del país. Entre ellas se destacarían, como esenciales:

 

a)      Una reforma agraria amplia y masiva que democratice la posesión y el uso de la tierra, teniendo como consecuencias la garantía de acceso a 4 millones de familias de trabajadores que quieren producir y trabajar en la agricultura.  Para eso es preciso desapropiar los mayores latifundios, sobre todo los de propiedad de capital extranjero y de empresas no agrícolas, bancos etc.

b)      Cambiar el actual modelo de producción y  de tecnología agrícola dominante para otra concepción de producción de alimentos saludables, basados en la agroecología, agricultura ecológica, orgánica y otros caminos que garanticen producción y oferta abundante a nivel local, regional y nacional.

c)      Limitar el tamaño máximo de la propiedad y posesión de la tierra; y garantizar el principio del provecho de toda sociedad sobre los bienes de la naturaleza, agua, y biodiversidad.

d)     Reformular el papel del Estado para que él ordene el proceso de soberanía alimentaria, garantizando su producción  y distribución en todas las regiones del país.

e)      Control directo del gobierno sobre el comercio exterior (importación/exportación) de alimentos y sobre las tasas de interés y de cambio.

f)       Implementar un amplio programa de pequeñas y medianas agroindustrias instaladas en todos los municipios del país, en la forma de cooperativa.

g)      Garantizar  stocks reguladores de alimentos saludables, por parte del gobierno, para garantizar el acceso a toda la población.

h)      Desarrollo de un nuevo modelo económico, basado en; la amplia distribución de la renta, la garantía de empleo y beneficio para toda la población, en la universalización de la educación y en la implementación de una industria nacional destinada al mercado interno.

i)        El conocimiento y plena libertad para intercambiar y mejorar semillas es un componente fundamental de la Soberanía Alimentaria, porque que exista una  diversidad permite asegurar la abundancia alimenticia, sirve de base a una nutrición adecuada y variada, y permite desarrollar formas culinarias culturalmente propias y deseadas. Las semillas son el inicio y el fin de los ciclos de producción campesina, son creación colectiva que refleja la historia de los pueblos y de sus mujeres, las cuales fueron sus creadoras y principales guardias y perfeccionadoras. Su desaparición lleva a la desaparición de las culturas de los pueblos del campo y de comunidades. Como no son apropiables, deben mantener su carácter de patrimonio colectivo[24].

j)        Impedir el uso y fomento de semillas transgénicas. Ellas representan la propiedad privada de la vida, de la posibilidad de la libre reproducción, sobre todo eso representan la destrucción de toda biodiversidad, ya que ellas no logran reproducirse sin contaminación de todas las demás semillas.  Además de presentar dudas por la falta de investigación sobre sus consecuencias para la salud animal y humana.

l)   El derecho de los pueblos y de todo el pueblo brasilero a consumir de acuerdo con factores culturales, éticos, religiosos, estéticos, de calidad nutritiva, que implica alimentos saludables, accesibles y culturalmente apropiados (CLOC: 2010: 23),  es condición sine qua non para que alcancemos la verdadera  soberanía alimentaria.



[1] Jean Ziegler (2009). Aqueles que violam o direito a nutrição. Archivo 3 p.

[2] Marcel Mazoyer, entrevista concedida a Débora Prado (2010), en Segurança alimentar é o grande desafio do século XXI. San Pablo, septiembre, archivo 4 p.

[3] Silva, José Graziano (2009). No fundo do poço da crise tem mais fome. San Pablo, Valor Economico, 16 de Julio.

[4] Autossuficiência alimentar fracassará, diz Cargill (2009), in Valor Econômico, 10 de noviembre; http://www.seagri.ba.gov.br/noticias.asp?qact=view&exibir=clipping&notid=19574

[5] Ribeiro, Silvia. Los que se quieren comer el mundo: corporaciones 2008. Boletim ALAI,  05 de enero 2009.

[6] Javier Blas, Courtney Weaver y Simon Mundy (2020). Cresce o temor por oferta de alimentos. Reportaje publicado en el Financial Times y reproducida por el periodico Valor,  el 3 de septiembre 2020.

.http://www.ihu.unisinos.br/index.php?option=com_noticias&Itemid=18&task=detalhe&id=35964

 

[7]Jamil Chade. Embrapa quer exportar alimento produzido na África. Reportaje en O Estado de S. Paulo, 23/06/2009.

[8] Fernanda B. Muller (2010). Maior parte da expansão agrícola ocorreu às custas das florestas tropicais, in CarbonoBrasil, Mercado Ético, 03 de septiembre de 2010. http://mercadoetico.terra.com.br/arquivo/maior-parte-da-expansao-agricola-ocorreu-as-custas-das-florestas-tropicais/

[9] Ver CAOI (2008). Estados Plurinacionales Comunitários. Para que otros mundos sean posibles.Lima, CAOI.

[10] Cf. Patricia Fachi, en A Crise Alimentar: Discussão com Peter Rosset. Entrevista con Peter Rosset  19/05/2008. Página UNISINOS.

[11] Beat Balzli e Frank Hornig. O papel dos especuladores na crise global de alimentos.  Extraído de la revista alemana Der Spiegel de 24.04.08, via AEPET

[12] Jacques Chonchol.  A soberania alimentar, en Estudos Avançados. vol. 19  nº. 55, São Paulo, Sept./Dec. 2005. Dossiê América Latina, p. 17.

http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0103- 0142005000300003&script=sci_arttext&tlng=en#back1

[13] Desarrollo Rural en América Latina y El Caribe, Cepal, 2001, p. 83; citado por Chonchol, op. cit.

[14]  FAO, Agricultura mundial: caminhando para 2015/2030. Informe resumido…, 2006, http://www.fao.org/docrep/004/y3557s/y3557s00.HTM Ver Anexo 1

[15] Fast facts: The face of poverity, Millenium Project, United Nations, 2001

[16] Sally Bunning and Catherine Hill, Farmemrs’ Rights in the Conservation and Use of Plant Genetic Resources: Who are the Farmers?, Women in Development Service (SDWW)  FAO Women and Population Division, www.fao.org.

[17] Vandana Shiva, “A masculinização da agricultura: Monocultura, monopólios e mitos”, octubre de 1998, www.grain.org/sp/publications/biodiv172-sp.cfm

 

[18] Entrevista de Camila Montecinos, (investigadoras de Chile) revista GRAIN, agosto de 2010.

[19] Ibidem

[20] Declaração de NYÉLÉNI. Foro Mundial por la soberania Alimentaria. Nyéléni, Selingue, Malí.  28 de febrero de 2007.

[21] La Via Campesina es un movimiento social internacional de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres y jóvenes del campo, indígenas, campesinos sin tierra, y trabajadores agrícolas. Es representativo, legítimo y con una identidad que vincula las luchas sociales de los cinco continentes. Reúne 148 organizaciones de 68 países. La CLOC,  es una referencia latinoamericana que reúne 52 organizaciones de 20 países. www.viacampesina.coml. Reconoce  que activistas y profesionales de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales desempeñan un papel relevante en la promoción de la Soberanía Alimentaria, como National Family Farm Coalition (FIAM), Land Research Action Network, GRAIN  y CET-SUR en Chile, para citar algunas. En el  caso de las organizaciones del movimiento feminista y de mujeres, se destaca la participación de La Marcha Mundial de Mujeres (MMM).

[22] Declaração da Conferencia Especial para la Soberanía Alimentaria, por los Derechos y por la Vida. Brasilia, 10 y 13 de abril de 2008. Apoyo del Comité Internacional para la Soberanía Alimentaria – CIP (Coordinación Regional América Latina y el Caribe). Conferencia que antecede a la 30ª Conferencia Regional de la FAO.

 

[23] Declaração Final da A III Conferência Nacional de Segurança Alimentar e Nutricional (CNSAN), realizada em el Centro de Convenções del município de Fortaleza (CE), los dias 03 a 06 de Julio de 2007. 06 de Julio de 2007.

[24] Documento Campanha em defesa das sementes da Via Campesina “Sementes, patrimônio dos povos a serviço da humanidade” (sin fecha).

Radio TV
By Radio TV noviembre 7, 2011 11:54