La «Guacha» Part. 01: UNA CUENTA, VARIOS SOCIOS

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By Radio TV mayo 7, 2016 10:10

La «Guacha» Part. 01: UNA CUENTA, VARIOS SOCIOS

 

En esta primera entrega, como en un relato de películas de gansters o espionaje, Idilio Méndez G. relata la forma en que accedió a información sobre cuentas secretas de Wasmosy y la Censura que sufrió por parte del entonces propietario del medio Diario La Nación.

Corrían los primeros días de agosto de 2001 cuando se iniciaron contactos con “Arcano Cienfuegos”, quien se desempeñó por mucho tiempo como funcionario de la Comunidad Europea, luego Unión Europea, en Asunción. Esta tarea realizó probablemente desde finales de la década del 80 hasta culminar los años 90. De mirada sinuosa, caminar rápido y de una aguda imaginación, Arcano ya era conocido en las postrimerías de la dictadura de Alfredo Stroessner como un presunto audaz elemento de la izquierda, al parecer infiltrado por el servicio de espionaje del régimen. Al final, el grupo estudiantil al cual pertenecía terminó por expulsarlo de sus filas allá por 1988. En realidad, el citado nombre es un seudónimo y lo tomó probablemente prestado de alguna mítica figura del pasado.

El Cienfuegos criollo, periodista de profesión y espía por vocación, hacía gala de las informaciones que poseía a lo largo del 2001, exhibiendo a dirigentes de movimientos sociales documentos relacionados con una presunta cuenta secreta de Wasmosy en las Islas Caimán, el paraíso fiscal de la Corona Británica en el Caribe. Previamente había entregado a ciertas personas un escrito de varias páginas que decía ser un proyecto de libro con relación a las actividades marginales de los grupos ligados al poder, entre ellos Juan Carlos Wasmosy, Conrado Pappalardo, entre otros.

La unidad de investigación periodística del diario La Nación hizo contactos con Cienfuegos y se habló de la posibilidad de ventilar por la prensa los documentos que él poseía, con la condición de un previo chequeo para determinar la veracidad y origen de los mismos. Tras varias conversaciones, accedió a hablar directamente con Alejandro Domínguez, director ejecutivo de la empresa.

En el transcurso de las conversaciones, él reveló que trabajaba para el servicio secreto de la Comunidad Europea desde hacía unos años, por lo que previamente tuvo que abandonar su cargo de funcionario de la Comisión Europea (Ejecutivo), pasando a depender de una unidad del Parlamento Europeo, que presuntamente dirige las cuestiones de espionaje en todo el mundo. En ese sentido, mencionó que la Comunidad venía realizando un seguimiento a las actividades de Wasmosy desde 1993, en el mismo año en que asumió como presidente de la República. Afirmaba que la Comunidad Europea prestó mucho apoyo a Wasmosy antes y durante su gobierno y que su desastroso desempeño como Presidente causó mucha indignación en el seno de la Comunidad, por lo que Wasmosy, de algún modo, debía pagar la “factura” y devolver lo que robó al Paraguay.

Días después, tras muchas conversaciones con Domínguez y periodistas de investigación del mencionado diario, Cienfuegos accedió a entregar algunas de las documentaciones que poseía con relación a la cuenta secreta de Wasmosy.

Insistía en que la publicación debía comenzar por la cuenta secreta del ex presidente y que seguidamente se debían dar a luz otros documentos que supuestamente guardaban relación con una compra de armas de guerra de industrias norteamericanas. Según el contacto, la operación habría arrojado una facturación varias veces millonarias en dólares, de la cual una porción Wasmosy depositó en su cuenta secreta, en carácter de comisión. Se habría tratado de una simple triangulación de armas de guerra, utilizando al Estado paraguayo como puente para llegar a naciones que tenían embargos de armamentos de las Naciones Unidas. Una operación similar durante el régimen de Stroessner se había ventilado en los albores de la era posdictadura, cuando se lo involucró al empresario Gustavo Saba, yerno del general narcotraficante y ex presidente del Paraguay, Andrés Rodríguez, quien derrocó a su consuegro Stroessner en 1989.

Este mismo operativo envolvió igualmente a uno de los generales del ex dictador,  Alejandro Fretes Dávalos. La publicación (diario La Nación, portada y páginas 2 y 3) de la cuenta secreta de Wasmosy se produjo el viernes 31 de agosto de 2001 en dos páginas y ocupó la totalidad de la primera plana. La información provocó un escándalo internacional y Paraguay fue noticia en todo el mundo.

La revelación era más que la tapa de un periódico. Mostraba las tramas del poder que convierte en ricos como por arte de magia a oscuros personajes del tercer mundo, en este caso Paraguay, un país destruido por el saqueo de sus gobernantes y la oligarquía criolla, sostenida por algunas transnacionales en el marco del neocolonialismo global.

Según la publicación, Wasmosy, en cinco años de gobierno, acumuló en una cuenta secreta en las Islas Caimán 697 millones de dólares, de acuerdo al reporte de la “Organization for Investmen Centralization”, OIC, firmado por un agente de la organización, de nombre O. Paleo, cuya oficina funcionaba en el edificio del Swiss Bank en la citada isla de dominio británico, situado al sur de Cuba en el Mar Caribe. Textualmente, el documento señalaba cuanto sigue:

“Confirmado movimiento cuenta WASJUCA 151238. Depósito 12.000.000,oo $ds. Total: 697.142.500.oo $ds.”. Más abajo el documento daba cuenta: “Con23 firmado movimiento cuenta MERULA 090593. Depósito 2.300.000,oo $ds. Total 12.937.000.oo $ds. Aguardando pedidos e informes. (Firma) O. Paleo.”

Este agente remitió dicho informe a la oficina de enlace en Paraguay, representada por “Interamericanan Capital Centralización Investiment Company” (OCCICO).

De la documentación, que consistía en un reporte periódico durante cinco años, se apoderó Arcano Cienfuegos, en su carácter de “agente” de la organización que espiaba a Wasmosy. Estaba obligado por sus superiores a denunciar el escandaloso enriquecimiento del ex presidente a costa del pueblo, según afirmaba insistentemente. La cuenta Merula se refería aparentemente a la de Rubén Melgarejo Lanzoni, canciller del gobierno de Wasmosy y brazo derecho de éste en negocios claves. El nivel de familiaridad entre Wasmosy y Melgarejo llegó a extremos que no retaceaban bromas íntimas en medio de personas extrañas al entorno presidencial.

Previa a la ventilación de los documentos, Cienfuegos fue de la idea de entregar parte de los mismos a los diarios ABC Color y Noticias, de modo que la presión sobre Wasmosy sea mayor y se logren su desafuero como senador vitalicio y una investigación profunda sobre su fortuna en los paraísos fiscales.

Sin embargo, Alejandro Domínguez prefirió la exclusividad, la que finalmente primó. El plan consistía en recoger los frutos de la primera publicación y paralelamente se dieran a conocer otros documentos menos importantes en aquellos días. La segunda publicación de importancia debió salir a luz el 5 de septiembre de 2001, la cual fue censurada en su totalidad a las 20.30, cuatro horas antes de su impresión, la noche del 4 de septiembre. Esta segunda parte guardaba relación con un presunto informe interno de un ministro de la Comisión Europea, de apellido Cioffi, al embajador Fesaguett sobre el tráfico de armas promovido por Wasmosy. Además, confirmaba el seguimiento de las cuentas externas de Wasmosy por parte de la Comisión Europea. Fesaguett se desempeñó por mucho tiempo como embajador de la Unión Europea ante el Mercosur, con sede en Montevideo, y como tal mantenía permanentes contactos con Wasmosy, quien era presidente de Paraguay.

El material, que debió cubrir las páginas 6, 7 y 8, fue censurado cuando apareció el abogado Felino Amarilla en el diario La Nación. Por algo los maestros del periodismo sostienen que los abogados deben estar lejos de una redacción.

En efecto, Amarilla argumentaba que esos documentos podrían ser falsos y una trama del mismísimo Wasmosy para los Domínguez. “El periodista debe presentar pruebas concretas. Publicar la verdad”, opinaba con tono de sabio periodista el abogado Amarilla, ante la atónita mirada del editor de la página de investigación. Con la censura del material fue sepultada la posibilidad de los lectores de La Nación de acceder a una información clave que podría aportar sobre el debate en torno a las riquezas de los gobernantes a costillas del pueblo.

A esa altura era harto conocido el encono existente entre Osvaldo Domínguez (propietario de La Nación) y Wasmosy, a raíz de la alianza del ex presidente con la British American Tobbaco, BAT. Su representante, Gustavo Saba, triangulaba el comercio de cigarrillos por miles de millones de dólares a lo largo de la década del 90, bajo el gobierno de Rodríguez, primero, y luego de Wasmosy, sin pagar impuestos. Utilizaba como puente a Paraguay, en perjuicio de las industrias locales, como aquellas pertenecientes a Osvaldo Domínguez. Aún cuando Osvaldo Domínguez es compadre de Juan Carlos Wasmosy, padrino de Diana Domínguez, la crispación llegó a niveles explosivos.

El abogado Amarilla sostenía que con la publicación de tales documentos  el problema ya no se iba a limitar simplemente a Wasmosy, sino con la Unión Europea, la que podía enjuiciar al diario (¿?). El pánico empezó a crecer entre los directivos del matutino y sus asesores. Finalmente, en aquella aciaga noche, los dueños ordenaron levantar todos los materiales, los cuales nunca más fueron publicados. Con todo, el director ejecutivo del matutino se ufanaba de que con la publicación sobre la cuenta de Wasmosy, “si es que no fue gol, por lo menos la pelota dio en el poste”.

Uno de los documentos censurados señalaba específicamente: “Ref. Seguimiento de movimiento financiero en el exterior de Ing. Juan Carlos Wasmosy. Se iniciaron las operaciones financieras personales del Ing. Juan Carlos Wasmosy en cuentas cifradas fuera del territorio paraguayo, al igual que sus principales colaboradores. El seguimiento de ellas estará a cargo de la Organization for Investiment Centralization –OIC– Swiss Bank Building, en cooperación con la oficina en Asunción. La documentación oficial será remitida a la filial Paraguay. Informaciones relacionadas al tema, favor remitir a nuestras oficinas encargadas de Latinoamérica”.

Pero el documento clave, en blanco y negro, no publicado señalaba cuanto sigue: Arriba aparecía un número de fax, el 32 2 2991080 DG IB-B/4. A la  izquierda la bandera de la comunidad y a su lado decía: “Comisión Europea. Dirección General IB. Relaciones Exteriores: Mediterráneo Meridional, Próximo y Medio Oriente, América Latina, Asia Meridional y Sudeste Asiático y Cooperación Norte Sur. Dirección General”. Más abajo se leía Bruselas, con fecha sellada del 4.XII.97. IL/vr D (97) dcuruguay. Un poco más abajo indicaba:

“Joel Fesaguet, Delegado de la Comisión ante Uruguay y Paraguay. Seguidamente

venía el mensaje: Asunto: Proyecto n° PRY/B7-5080/95/152. *Capacitación

para la prevención del uso de sustancias en menores de la calle. *Seguimiento

otros. En la fecha informamos a la señora María Teresa Carrasco de

Wasmosy, presidenta de la Fundación Jazmín, el acuerdo de extensión del plazo

final de la ejecución del proyecto por seis meses, como lo solicitaran a la Dele25

gación en Uruguay el pasado 23 de julio. (Punto aparte del documento). Confirmamos

el incremento en las cuentas externas del Ing. Juan Carlos Wasmosy.

También contamos con documentación suficiente sobre las tratativas de Paraguay

en la adquisición de armamentos militares de industrias norteamericanas.

(Firma) E. Cioffi”. Al pie del documento se lee la dirección de la Comunidad

en Bruselas. (Ver anexo).

Alejandro Domínguez, asesorado por Felino Amarilla, se entrevistó posteriormente con la entonces embajadora de la Comunidad Europea, la griega Estela Zervoudaki, para investigar a Arcano Cienfuegos, quien según Domínguez resultó ser una de las peores cosas que le sucedió a la Comunidad Europea, de acuerdo a confidencias de la embajadora al empresario. El periodista investigador de La Nación no fue invitado para la entrevista con la embajadora.

Por su parte, Cienfuegos afirmaba que la diplomática nada podía saber sobre él, teniendo en cuenta que su área de influencia es “otra” con relación a la suya y que la embajadora no pertenece al equipo de espionaje de la Comunidad. Dos años después, Cienfuegos era uno de los asesores de prensa de la Cancillería, bajo el gobierno de Nicanor Duarte, y luego funcionario de prensa de la Entidad Binacional de Yacyretá, con un sueldo de 1.000 dólares, según publicaciones del diario ABC color. Su jefa directa era Leila Rachid Lichi, ministra de Relaciones Exteriores del gobierno de Duarte Frutos y broker de Wasmosy por muchos años en los Estados Unidos.

Wasmosy, por su parte, prepotente, amenazó públicamente que hará pagar a los Domínguez “la infamia” publicada en La Nación, esgrimiendo como arma la proclividad del Poder Judicial hacia sus intereses. Anunció premonitoriamente a través de radio Uno –de su propiedad– y de Radio Ñanduti que los periodistas que trabajaban en dicho diario escribirán para sus propósitos.

Con relación a Felino Amarilla, fue contratado inicialmente por la empresa periodística para asesorar legalmente al supuesto agente de la Comunidad, cuya firma aparece en los dos documentos publicados y que lleva por nombre Paleo. Éste habría infiltrado el banco que operaba con el dinero de Wasmosy en las Islas Caimán. Esta persona, probablemente de origen portugués, debía arribar al Paraguay procedente de Estrasburgo, Francia, para testificar ante la Fiscalía en carácter de firmante de las notas que recepcionó Arcano Cienfuegos.

Para el efecto solicitaba la asistencia de un abogado, porque temía ser detenido antes de abandonar el Paraguay, teniendo en cuenta la tremenda influencia que ejercía Wasmosy sobre las riendas del poder que tienen en sus manos los mandos de las fuerzas públicas. Sin embargo, Amarilla empezó a opinar en cuestiones internas del diario y así logró la censura contra otros materiales que debían ser publicados.

Se presumía que Amarilla trabajaba para Wasmosy o como mínimo para el wasmosysmo. Sin embargo, se supo extraoficialmente que el abogado fue enviado por Aldo Zuccolillo para frenar la publicación de La Nación, aparentemente por dos motivos. Por un lado, la revelación de la cuenta secreta de Wasmosy segaba la serie del diario ABC Color con relación al supuesto desvío de 16 millones de dólares de dos bancos en liquidación a una cuenta en Nueva York, en confabulación con funcionarios locales.

La serie, que comenzó en enero del 2001, se convertía en una cortina de humo, aparentemente para ocultar el saqueo perpetrado al Estado paraguayo, por miles de millones de dólares, durante el gobierno de Wasmosy, prohijado por el Banco Central y el FMI, en el marco del Consenso de Washington. En segundo lugar, al parecer la revelación de la cuenta de Wasmosy en las Islas Caimán ponía las barbas en remojo a varios empresarios y políticos paraguayos que se jactaban de probos.

Según confidencias de parientes de Zuccolillo, en el tradicional almuerzo familiar de la semana, luego de la publicación de La Nación del 31 de agosto del 2001, se produjo una fuerte discusión entre los cuñados José Pappalardo (h) y Aldo Zuccolillo. José reprochaba a Aldo la corrupción imperante en su diario y que ciertos periodistas habían “loteado” (sic) el matutino, vendiendo cada uno la porción donde escribía. José, hijo del empresario ganadero del mismo nombre, reclamó a su cuñado mayor iniciativa para investigar a Wasmosy, de tal modo que Abc no quede relegado con relación a La Nación. El entredicho subió de tono y Zuccolillo, a los gritos, replicó a su cuñado que la publicación sobre la cuenta secreta de Wasmosy también afectaba al entorno familiar.

La amarga discusión de sobremesa recién terminó cuando intervino doña Berta, madre de José y suegra de Aldo Zuccolillo. Resulta que Conrado Pappalardo, hermano de José y por ende cuñado de Zuccolillo, había huido del Paraguay tras el golpe de Estado de 1999, acusado de ser el brazo derecho de Lino Oviedo por los coaligados que asaltaron el poder. Conrado, supuesto informante de la CIA (Central de Inteligencia de los Estados Unidos), era un hombre emblemático del régimen de Stroessner y tuvo activa participación en la construcción de la represa de Itaipú, junto a Wasmosy y otros hombres de la nomenclatura gobernante de entonces. Más adelante se podrá leer la conexión de Pappalardo con el grupo de Wasmosy en el caso del Banco Unión, así como de Zuccolillo con el mismo Wasmosy.

Arcano Cienfuegos, en principio, no se mostró irritado por la censura impuesta a los materiales. Pero días después se fue alejando del diario, a pesar de que estuvo realizando gestiones para un periplo por Buenos Aires, donde se debía contactar con Paleo, quien habría arribado a esa capital para ser entrevistado allí por La Nación, tras suspender su viaje a Paraguay por problemas provenientes de la censura. Ese periplo incluía, igualmente, Nueva York, donde presuntamente Wasmosy también tenía guardado su dinero distribuido en fundaciones, (para no pagar impuestos y confundir el origen y propietario del dinero) colocado por el banco operante de las Islas Caimán. Asimismo, se debió realizar una escala en Venezuela, en cuya capital se iba a rescatar de manos de una agente de la Comunidad la factura de la compra de armamentos militares por parte de Paraguay. El viaje nunca se realizó a ningún lado.

Cienfuegos comentaba que era compadre y amigo del teniente coronel de aviación Enrique (Kike) Sarubbi, piloto de poderosos empresarios y acusado por sus camaradas de trasladar dinero, vía aérea, a las Islas Caimán y otros paraísos fiscales del Caribe. Además, fue involucrado por la prensa de haber sido el cerebro del “megaasalto” en el aeropuerto Silvio Pettirossi, cuando fueron arrebatados 11 millones de dólares desde la escalera de un avión de pasajeros, al servicio de la aerolínea Transporte Aéreo del Mercosur, TAM. En la ocasión – como tantas otras y sin ningún control por parte del Banco Central– varios bancos locales intentaron enviar bolsas de dólares al exterior, probablemente para engordar las cuentas secretas en paraísos fiscales de traficantes y funcionarios venales. El hecho ocurrió en agosto de 2000. Sarubbi fue condenado a pena carcelaria ya bajo el gobierno de Nicanor Duarte Frutos, acusado de intentar robar un armamento militar de una base aérea. Al parecer, su infortunio se generó por las generosas informaciones que pasaba a su compadre Cienfuegos.

Así las cosas, la publicación sobre la cuenta secreta de Wasmosy en las Islas Caimán fue palideciendo y daba la sensación que hubo una importante transacción a cambio del silencio. Cienfuegos nunca más tomó contacto con ningún periodista del diario La Nación, a pesar de las reiteradas llamadas de algunas organizaciones, para dar a conocer por otros medios los materiales censurados por el citado matutino.

A raíz de las trabas y las censuras para seguir investigando sobre la cuenta secreta de Wasmosy, el equipo de investigación sugirió a la dirección del diario buscar otros atajos que no sea Cienfuegos. Habida cuenta, era razonable la sospecha en torno a la conducta del mismo, un personaje que bien podría estar respondiendo a las órdenes de Wasmosy.

La propuesta para dar un nuevo giro sobre la cuenta secreta de Wasmosy se centró en la contratación de la empresa internacional AMSEC, con sede en Virginia, Estados Unidos. Esta firma poseía varias agencias en todo el mundo, una de ellas en Paraguay, cuyo representante ofreció sus servicios.

El personal de AMSEC está integrado por agentes y ex agentes de la CIA, el FIB, el Scotland Yard y el Mossad, además de expertos en la Bolsa de Valores de Nueva York, por lo que una investigación de la cuenta de Wasmosy no demandaría mucho tiempo. El contrato exigía apenas un depósito inicial de 5.000 dólares y la empresa se comprometía a enviar, vía e-mail o por fax, los resultados de la investigación al cabo de cada semana de rastreo, con autorización para publicar por el medio periodístico que fuere.

La propuesta fue metida en el freezer por Alejandro Domínguez, en un evidente y temeroso repliegue. Días después, el jefe del área de investigación tuvo que renunciar a ese diario por diversas presiones y seguidillas de censuras, además del peligro que significaba seguir investigando la fortuna de Wasmosy.

Autor: Idilio Méndez Grimaldi – «Los Herederos de Stroessner» – Aradura Ediciones

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