“Me pagaban 650 euros trabajando 24hs de lunes a viernes”
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Entrevistamos a Paola, quien está impulsando junto a Pan y Rosas la campaña #SusViolenciasNuestraLucha. Nos explica su situación de precariedad laboral como mujer trabajadora e inmigrante.
Pan y Rosas: Cuéntanos tu situación laboral como mujer trabajadora e inmigrante
Paola: Primero trabajé en servicio doméstico más o menos un año y tres meses. Estoy en España, en Barcelona, hace 13 años y me dieron los papeles a los 8 meses de haber llegado, y entré en la regularización de Zapatero por un contrato laboral de servicio doméstico. Este es uno de los problemas a los que nos enfrentamos las mujeres trabajadoras que migramos, estamos sujetas a contratos laborales precarios para tener papeles.
Trabajaba de fija, hacía todo, atender a dos personas mayores y toda la casa, que quedaba en la calle Balmes, de un barrio rico de Barcelona. Me pagaban 650 euros trabajando 24hs todos los días de lunes a viernes, de interna en esa casa, trabajando todos los días y librando los sábados al mediodía hasta el lunes por la mañana.
Pan y Rosas: ¿Cómo es el trabajo doméstico como “interna”?
Paola: Era el señor el que llevaba todo, con la señora me llevaba bien. Pero el señor me discriminaba todo el tiempo. Me acuerdo que un día trajo magdalenas especiales, -yo era nueva y muy jovencita, tenía 22 años-, y también trajo magdalenas más pequeñas y baratillas. Entonces esas eran para mí, y las buenas eran para ellos. Y claro, para mí eran todas iguales entonces yo me comí todas, una grande otra pequeña… Hasta que me llamó la atención por eso, porque¡las buenas eran para ellos! Eso me hizo sentir muy mal.
Otra cosa que hacían era que, ellos se sentaban a comer y me llamaban con una campanita. Yo no hice caso cuando la sentí. Entonces ella golpeó un vaso con una cucharita. Yo ya sabía que era a mí que me estaban llamando. Hasta que se levantó y vino el señor, porque siempre era el señor, que en ese momento tendría unos 70 años y era médico, y me dijo: “Qué Paola ¿tu no escuchas cuando se te llama?”. Y le respondí: “Pero no escuché mi nombre”. Desde esa vez nunca más me volvió a llamar de esa manera.
Después tenía la costumbre de, a mitad de semana, avisarme que él tenía que viajar los fines de semana, y si él viajaba yo no podía librar, tenía que quedarme con su mujer, y ya no podía salir los sábados. Además, si me quedaba, no me pagaba esos días extras que hacía y además, yo ya me volvía a quedar encerrada, ¡y era mi tiempo libre! ¡mi tiempo!
Hasta que una vez, cuando yo ya tenía los papeles, era fin de año y quería viajar a mi país, por lo que le pedí mis vacaciones. Y me respondió que hacía poco que tenía los papeles y no tenía vacaciones. Yo le dije: “Ante los papeles, ante la ley, es verdad que es menos tiempo, pero usted ya sabe que llevo más de un año trabajando. Y yo necesito vacaciones y ver a mi familia”. Pero siguió diciéndome que no y que no. Pasó una semana y yo me compré los billetes igualmente y le avisé al señor que viajaría a mi país.
La mujer se puso a llorar pidiéndome por favor que no me fuera y que lamentaba que su marido sea así, pero era él el que pagaba. Pero yo le decía que necesitaba hacer otras cosas, que era muy poco lo que me pagaban y que además ya no quería seguir así. Y antes de un mes de viajar dejé mi trabajo y después viajé. Cuando regresé ya empecé a trabajar en empresas de limpieza y de residencias. Es distinto trabajar en empresas, aunque también hay muchísima precariedad porque por ejemplo en las residencias está super mal pagado y es un trabajo muy duro y no está valorado para nada, ni respetado.
¿Cómo viviste la discriminación laboral cómo trabajadora inmigrante?
Paola: Yo en esa época era muy jovencita, tenía 22 años. Y mi jefe me decía: “No seas así, reclamas mucho, recuerda que te estamos haciendo los papeles”. Es decir, me chantajeaba con que me daba trabajo, pero sobre todo los papeles. Este es un problema grave que tenemos las mujeres trabajadoras inmigrantes, nos tratan como si nos hicieran un favor por darnos los papeles. Los papeles no son un favor, son un derecho.
Otra cosa que me pasaba, cuando yo trabajaba en residencias de ancianos. Las abuelas en general me discriminaban con frases cómo “estas que vienen de afuera” o algo así . Yo pensaba que no había que juzgarlos porque eran personas mayores, y trataba de no discutir con ellos. Siempre trabajé en sitios donde mis compañeras eran mujeres y entre nosotras nos ayudábamos.
¿Cómo crees que nos tenemos que organizar las mujeres trabajadoras?
Paola: Las mujeres trabajadoras de servicio doméstico tenemos que tomar confianza en nosotras mismas, perder ese miedo y no callarse. Yo creo que tenemos que organizarnos y no callarnos nunca, nos tenemos que defender y abrir la boca y decir cuáles son nuestros derechos.
Creo que la campaña que estamos impulsando las mujeres trabajadoras inmigrantes con Pan y Rosas, muchas de nosotras empleadas domésticas, contra la violencia que sufrimos por la precariedad laboral y la discriminación como mujeres e inmigrantes, nos va a fortalecer para que se conozca nuestra situación. Y también para empezar a organizarnos. Quiero decirle a las trabajadoras que su lucha es mi lucha, y que es hora de visibilizar la situación de un ejército de mujeres luchadoras, vamos a darle voz.
Fuente: laizquierdadiario.es