El voto no define la democracia.

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Al día siguiente de las elecciones generales del 30 de abril, nos despertamos ante la realidad de una diferencia importante de votos a favor de la lista ganadora. A partir de ese momento, e incluso el mismo día, se desató el debate, primero por las encuestas, que pronosticaban un resultado distinto, y luego por la cantidad de votos recibidos por los ganadores.

Por: Enrique Duarte

Con respecto a las encuestas de boca de urna y las realizadas en días anteriores al acto eleccionario, no queda mucho que agregar, no suman absolutamente nada a un sistema diseñado para sobreestimar el valor de éstas.

Por otro lado, la gran cantidad de periodistas, incluso varios funcionarios públicos, algunos que laboran en el mismo órgano electoral, dan un valor superlativo a los votos y a la votación en sí.

En este punto, debemos preguntarnos si el voto es el que define la democracia o es un elemento más del mismo. El voto es importante, el acto de votación es una especie de termómetro, que marca una tendencia del pensamiento popular, al menos de una parte de la sociedad. Pero tampoco el voto es equivalente a la democracia, es uno de los componentes del sistema democrático, que nos pavoneamos de ostentar.

Para dar más claridad a lo planteado, analicemos nuestra realidad. El expresidente Fernando Lugo obtuvo la mayor cantidad de votos en el acto eleccionario del año 2.008, lo que le valió la posibilidad de desempeñarse como Presidente de la República. Esos votos, esa mayoría de votos, no le sirvió como un elemento disuasorio al momento en que los parlamentarios, la gran mayoría de ellos, organizó y llevó adelante un golpe de Estado que terminó por apartar al mismo del cargo, y llevar a la presidencia a Federico Franco, que no fue electo por los votos populares para dicho cargo.

No obstante lo mencionado con anterioridad, nadie puso en dudas que la asunción al poder del vicepresidente Federico Franco, constituía un reemplazo que reviste el carácter de legal, en primer lugar, y que es de talante democrático. Con ello, podemos percibir, con meridiana claridad que los votos no equivalen a democracia, sino que constituye uno más de los elementos que la constituyen.

Además, ganar o perder una elección no debería ser el único objetivo de un movimiento o partido político. No existe un partido político que gane elecciones de manera permanente, siempre se produce una alternancia, temprano o tarde. Un proyecto político no depende de perder o ganar una elección, sino de llevar a la práctica la ideología que uno practica y de la que está convencido que es la mejor alternativa.

Tal es así, que el voto es un elemento del sistema democrático, que debe ser valorado en su justa medida, tiene mucha importancia el día en el que se realizan las elecciones, pero luego pierde totalmente trascendencia, salvo que se traslade a un respaldo popular, que acompañe el proyecto y esté convencido de su aplicación y validez.

Es por ello que debemos reencauzar nuestro convencimiento y la valoración que tenemos sobre el acto eleccionario, que no equivale a democracia, sino que es un elemento de la misma. Igualmente, el valor de la educación política, que en nuestro país no existe, y el convencimiento ideológico, que tampoco está muy extendido, son elementos mucho más importantes que el voto.

El tiempo se encargará de dar la razón a quién la tenga y poner las cosas en su respectivo lugar.