¡Memoria y Discurso! La imperiosa necesidad de la formación en la Conciencia Crítica
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Por Daniel Andrés Báez Brizuena*
En los últimos tiempos, vivimos en una sociedad aletargada y anti racional. Parece que la criticidad se ha convertido en un defecto de los comunistas. La receta preparada, comercializada a gran escala a nivel religioso por pastores taumaturgos y sacerdotes fundamentalistas, están acompañados de una legión de coaches y influencers creativos, ya sean del mundo de la política o simples emprendedores de la receta mágica de la felicidad.
Ante una realidad tan angustiante, tiene sentido recordar la importancia de construir una conciencia crítica que nos ayude a interpretar los problemas humanos contemporáneos. La conciencia crítica no se camufla, no se alimenta de recetas prefabricadas, ella principalmente tiene la misión de cuestionar la realidad. Al mismo tiempo, logra revelarnos algunas razones que explican la forma en que el hombre está siendo conducido en el mundo; interpretando el Ser en el mundo; conduce al hombre a la vocación antológica e histórica de humanizarse y, así, rechazar toda clase de discursos y teorías mezquinas; la conciencia crítica se basa en la creatividad y estimula tanto la reflexión como la acción humana sobre la realidad, politizándose y promoviendo la transformación creativa.
Así, la conciencia crítica por su naturaleza es el resultado de una educación dialógica y activa, que ofrece al hombre la posibilidad de hacerse responsable en su actuar personal, social, religioso y político. ¡La conciencia crítica, si es verdadera, humaniza! No permite que se creen espacios para la semilla del discurso del odio, o bien, no se deja seducir por la perversidad y el sadismo del discurso anti civilizador. ¡En este sentido, la conciencia crítica, ilumina! ¡Expande horizontes! ¡Fortalece al ser humano!
Paulo Freire, en su obra Educación y cambio, de 1979, nos presenta sucintamente las características de la conciencia crítica: “1. Anhelo de profundidad en el análisis de problemas. No se satisface con las apariencias. Reconoce que carece de los medios para analizar el problema. 2. Reconoce que la realidad es cambiante. 3. Sustituye situaciones o explicaciones mágicas por auténticos principios de causalidad. 4. Busca verificar o probar hallazgos. Siempre listo para las revisiones. 5. Ante un hecho, hace todo lo posible por deshacerte de los prejuicios. No solo en captura, sino también en análisis y respuesta. 6. Repele posiciones quietistas. Es intensamente inquieto. Se vuelve más crítico cuanto más reconoce la inquietud en su quietud y viceversa. Sabe que es como es y no como parece. Lo esencial para parecer algo es ser algo; es la base de la autenticidad. 7. Rechaza cualquier transferencia de responsabilidad y autoridad y acepta su delegación. 8. Es curiosa, investiga. 9. Ama el diálogo, se nutre de él. 10. Frente a lo nuevo, no rechaza lo viejo, ni acepta lo nuevo por ser nuevo, sino que lo acepta en la medida en que es válido”.
Lo opuesto a la conciencia crítica es la conciencia ingenua. Esta conciencia induce al hombre a identificarse con el opresor. Cultiva una especie de solidaridad alienante con el opresor. Lo bárbaro, lo brutal, lo seduce profundamente. Los que no piensan por sí mismos son llevados a pensar con las ideas del opresor. En este sentido, las redes sociales son lugares propicios para que el hombre de conciencia ingenua encuentre sentido a la negación de su capacidad de pensar, reflexionar, evaluar y criticar. El ciudadano despolitizado vive en el mundo construido por sus verdugos. ¡Naturaliza e imita la realidad del opresor! Sin conciencia crítica, sin conciencia de clase, el hombre se contenta con la migaja de pensamiento que construyó con la lógica de su opresor. Los ejemplos abundan hoy.
También, Paulo Freire, en su obra: Educación y cambio, 1979, presenta las características de la conciencia ingenua: “1. Revela una cierta sencillez, tendiendo al simplismo, en la interpretación de los problemas, es decir, se enfrenta a un reto de forma simplista o con sencillez. No ahonda en la causalidad del hecho en sí. Sus conclusiones son precipitadas, superficiales. 2. También hay una tendencia a considerar que el pasado fue mejor. Por ejemplo: padres que se quejan del comportamiento de sus hijos, comparándolo con lo que hacían cuando eran pequeños. 3. Tiende a aceptar formas de comportamiento gregario o de masas. Esta tendencia puede conducir a una conciencia fanática. 4. Subestima al hombre sencillo. 5. Es impermeable a la investigación. Satisfecho con las experiencias. Toda concepción científica para ella es un juego de palabras. Todas explicaciones son mágicas. 6. Es frágil al discutir problemas. El ingenuo asume que lo sabe todo. Pretende ganar la discusión con argumentos débiles. Es controvertido, no pretende aclarar. Su discusión se compone más de emotividad que de crítica: no busca la verdad; trata de imponerlo y busca medios históricos para convencer con sus ideas. Es curioso ver como los oyentes se dejan llevar por el ingenio, los gestos y la verborrea. Intenta luchar más, para ganar más. 7. Tiene un fuerte contenido apasionado. Puede caer en el fanatismo o el sectarismo. 8. Muestra fuertes conocimientos mágicos. 9. Dice que la realidad es estática e inmutable”.
Más que nunca es importante trabajar para la formación de la Consciencia Critica, para contrarrestar el poder del algoritmo y su capacidad de diseminar noticias falsas. La construcción de la consciencia crítica es un imperativo contemporáneo para no ser arrastrado al tenebroso mundo de las manipulaciones de los más variados tipos que nos encontramos diariamente. Y tú, querido lector: ¿te has parado a pensar, qué tipo de conciencia estás alimentando todos los días?
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* Actualmente forma parte del cuerpo docente de la Universidad Estadual do Paraná – Brasil. Realiza investigación en varias áreas, como: Filosofía, Sociología, Ciencia Política, Marketing, Ciencias de las Religiones y Análisis del discurso.
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