BOOM DE LA SOJA DESTRUCTIVA DE PARAGUAY
Fernando Lugo es la última vÃctima del Paraguay de la «guerra de la soja». Elegido presidente en 2008 como un «defensor de los pobres», Lugo fue acusado el mes pasado, hundiendo en la incertidumbre a uno de los paÃses más pobres de América del Sur.En un artÃculo de Jeremy Hobbs, Director Ejecutivo de Oxfam Internacional, publicado en The New York Times y lo pueden leer in extenso, en inglés en el siguiente enlace: http://www.nytimes.com/2012/07/03/opinion/paraguays-destructive-soy-boom.html?_r=1&smid=fb-share
La elección de Lugo con la promesa de redistribuir la tierra y llevar a cabo la reforma agraria era popular, pero en última instancia, inalcanzable debido a los intereses oscilaban en su contra. A principios de junio, 11 campesinos y 6 policÃas fueron asesinados durante una operación para desalojar a los ocupantes ilegales de una enorme propiedad utilizada por un propietario de tierras en gran escala y el oponente de Lugo. La utilización de esta masacre como un justificativo, permitió al Senado llevar a juicio polÃtico a Lugo una semana después.
Pero es el aumento de la humilde planta de soja – y los océanos de tierra en los cuales crece en Paraguay – lo que vincula la destitución de Lugo con la histórica lucha entre la poderosa elite terrateniente del paÃs y los agricultores golpeados por la pobreza por un lado, y un mundo que aparentemente no tiene lÃmite para su apetito por los animales alimentados con soja y biocombustibles, por el otro.
Paraguay no es el primer paÃs en perder un gobierno por disputas de tierras. Tampoco será el último. Después de décadas de clientelismo y corrupción, el 77 % de las tierras cultivables del Paraguay es propiedad de un 2 % de la población.
Más de la mitad de la soja cultivada en el Paraguay se exporta a la Argentina, y la mayor cantidad se convierte en gasolina, ya sea en Argentina o en Europa para combustible de los automóviles europeos. En un mundo donde mil millones de personas se acuestan con hambre cada noche, las polÃticas que convierten las tierras de cultivo de alimentos en combustible, sin duda están equivocadas, y es probable que aumente la competencia y el conflicto por un recurso natural cada vez más escaso.