Un Meyer, que en pocos días genera aplausos y críticas
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Medio mundo se escandaliza porque un decano se metió en la política. Lo raro es que todo se desarrolla, con intensidad, luego que confirmara que va por la Intendencia de Asunción hasta el 15 de noviembre. Entre los que gritan están, obviamente, quienes quieren sacar tajadas electorales, otros que responden a los clanes de poder y otros que tienen la sana intención de colaborar, que son los pocos.
Con defectos y luces, Ricardo Meyer, el personaje en cuestión, se convirtió, tal vez sin querer, en el centro de los debates. Este arquitecto de profesión fue invitado a ser parte de los precandidatos de Plataforma Ciudadana. Dentro de sus ganas de colaborar, dijo sí. Hasta terminó ganando las internas, que disputó con Carlos Galarza, Frente Guazú, e Ignacio Martínez, Patria Querida, donde los tres llevaron las internas sin agravios y, como pocas veces en la política, hoy continúan juntos, como se comprometieron ante la ciudadanía.
Lo raro es que nadie apuntó hacia Meyer cuando estaba como precandidato. Cuando en ese tiempo ya tenía años en la Facultad de Arquitectura. En su currículum, él reconocía que era decano de Arquitectura. Hoy, quienes le critican señalan que está politizando la educación. Le acusan de falta de ética. Sin embargo, nadie de esas voces, antes se opuso a que un decano de Derecho, sólo por citar un solo ejemplo, sea miembro de la máxima instancia judicial; hasta presidente de la Corte Suprema de Justicia. Esas mismas voces, sabe que en la lista de senadores y diputados hay quienes figuran que enseñan en universidades públicas. Se sabe que existen decanos de universidades privadas que compitieron por más de un cargo político.
El error de Meyer, es posible que sea, haber ganado el respeto de una parte de los universitarios. O que haya tenido la visibilidad que no estaba, por lo visto, en los planes. De hecho, su nombramiento como encargado de despacho del Rectorado no fue cuestionado por la gran masa estudiantil. Otro argumento que tiene en contra es que se opuso, con acierto o no, a la intervención de la UNA. Los que llevan la voz de reparo contra él son los mismos que desacreditaban todo tipo de intervenciones, porque decían que nunca terminan haciendo bien sus tareas. De hecho, las intervenciones hasta el presente en el Paraguay fueron dadas, justamente, para que no pase nada. ¿O no?.
Meyer, posiblemente, sea el único entre los aspirantes de la oposición a la Intendencia que hizo bien su proceso de candidatura. Ganó unas, atípicas, pero internas al fin. Lo hizo casi sólo. No responde a cúpulas partidarias, y de a poco fue ganando el corazón de quienes hoy son sus adherentes. Con la decisión de estar ocho días en el Rectorado y llamar a la elección del nuevo Rector cumplió con los estudiantes. Y al decir que desde el 9 de octubre va a continuar su camino a la Intendencia, también cumplió con quienes piden que llegue a la Municipalidad. Las decisiones las tomó sin mirar a los costados para ver a quiénes beneficiaban o a quienes perjudicaban. Tampoco buscó el aplauso unánime de la oposición. Menos el guiño del oficialismo en el poder. En ambos casos, demostró que es realmente independiente.
En un país con la ausencia de liderazgo, no parece sano pretender matarlo a mansalva. En una nación donde la gente no quiere asumir responsabilidades con costos políticos, él aceptó el desafío de ser interino en el momento más álgido dentro de la UNA. No parece sano pretender liquidar a una persona que está demostrando valentía en un país donde mayormente “nuestros líderes” se acomodan a lo más fácil. Mejor dicho, nuestros líderes, nuestros líderes de opinión y – ¿porque no?- buena parte también de la misma ciudadanía.
Dejemos andar a Ricardo Meyer. El problema no es él. El problema es el ritmo de gestión de la actual Intendencia, que él quiere ayudar a cambiar. El problema no es él en la Universidad, porque algo sus alumnos de Arquitectura se juegan por él. El problema no es él, posiblemente sea la misma ciudadanía que precisa un candidato que responda a cúpulas, que perdona a ministros de la Corte que son decanos oficialistas, y que dice una cosa y hace otra, de acuerdo a las circunstancias. A riesgo de equívocos, es posible que Ricardo Meyer sea parte de la solución, y no las voces de siempre que juegan de casta y pura; que dan consejos éticos, pero que es cómplice también de la política y de la educación que tenemos en nuestro querido Paraguay.
Fuente: El País