Acervos nacionales son memoria del mundo
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Pese a haber tenido escasa repercusión en la prensa, dos colecciones documentales paraguayas recibieron un importante reconocimiento internacional que las valorizan significativamente.
En una reunión realizada en Quito, un comité de expertos del Mowlac (siglas en inglés de Memorias para el Mundo de América Latina y el Caribe), aprobó las dos postulaciones presentadas por Paraguay, a través del Comité Nacional de Memoria, presidido por la documentalista Rosa Palau. Se trata de un programa de la Unesco que reconoce el valor de documentos de naturaleza archivística, bibliográfica y audiovisual, de manera análoga a como lo hace el Patrimonio de la Humanidad con los sitios históricos o monumentales. Busca promover la preservación, el acceso y la toma de conciencia en los Estados de su herencia documental.
La primera colección presentada fue la llamada «Enrique Solano López», uno de los conjuntos bibliográficos, hemerográficos y documentales más importantes del Paraguay que abarca desde la época colonial hasta los comienzos del siglo XX. Enrique, hijo del Mariscal López y de Elisa Lynch, recibió en Europa, luego de la guerra, una sólida formación y buen dominio de lenguas. Cuando regresó al Paraguay, trajo su voluminosa biblioteca, constituida desde su interés por reivindicar la figura de su padre, pero también en un fino gusto por los libros antiguos y la historia rioplatense.
En 1906, el Congreso de la Nación autorizó la adquisición de su biblioteca particular, incorporándola al patrimonio cultural del Estado. Hoy en día, la Colección Enrique Solano López se conserva en la Biblioteca Nacional y está en proceso de digitalización.
La otra postulación fue la de los llamados «certificados de soltería» de la Iglesia Católica paraguaya. Se trata de los registros de probación de identidad y del estado previo de soltería de todo extranjero llegado al Paraguay y que pretendiera contraer nupcias. Para evitar la bigamia, la Iglesia exigía que lo certifiquen dos testigos locales de buena reputación. También debían registrarse los nacidos en la provincia, luego República, que por motivos civiles o militares hubieran pasado algunos años en el exterior.
Cada certificado arroja una suma de datos familiares ricos por su valor patrimonial y afectivo y por la cantidad de informaciones que ofrecían los testigos sobre las circunstancias, sitios, puertos o ciudades donde conocieron al novio o novia.
El paso de varios siglos –se conservan desde 1776– y el trabajo de la historiadora Margarita Durán permitieron convertir estas fichas, conservadas en el Arzobispado de Asunción, en una fuente única sobre el origen de las familias paraguayas y de los movimientos migratorios de la región. Ojalá esto incentive la postulación de otros acervos en 2016.